Al otro lado de una quebrada seca, un camino de arcilla abrasado por el sol se desvía hacia una serie de pequeños terrenos bordeados por vallas hechas de cactus amarrados con alambre. Los restos de bolsas de plástico enganchados a las espinas se agitan con las ráfagas. En los terrenos se erigen pequeñas chozas hechas con trozos delgados de madera, cartón, tela, metal o fibra de vidrio; cualquier cosa sirve para crear una barrera contra esta severa intemperie. Estamos en el campo de refugiados ”Tres de abril”. Aquí es donde Marbelis, su familia y muchos otros cientos de venezolanos desplazados se refugiaron de la crisis política y económica en su país.
Hasta la fecha de publicación de este artículo, más de 4,5 millones de venezolanos se han reubicado y más de 1 millón lo hizo en el país vecino Colombia. Justo al final de la calle del refugio de Marbelis, un grupo de niños pequeños se divierte en un área de juegos pintada de colores fuertes y llena el aire con sus risas, un marcado contraste con el austero panorama.
Pedro, el hijo de Marbelis, forma parte del grupo. Sin embargo, a diferencia de los amigos que ha hecho en el campo de refugiados, Pedro, de 7 años tiene un labio y paladar hendido que no ha sido corregido.
Pedro y sus amigos juegan en el campo de refugiados “Tres de abril” en Uribia, Colombia. Foto: Rohanna Mertens.
Aquí es donde Marbelis finalmente ha encontrado esperanzas para que Pedro y su familia tengan un futuro mejor.
“Cuando llegamos aquí, me sentí mejor”, relató Marbelis. “Para mí y para mis hijos fue una alegría venir aquí. Es fácil conseguir alimentos y allá no es así”.
Mientras hablaba sobre la vida que llevaba en su país natal, luchaba por contener las lágrimas. A medida que se seguían deteriorando las condiciones en Venezuela, lo mismo ocurría con la capacidad de la familia para llegar a fin de mes. A menudo, Nelson, el esposo de Marbelis, trabajaba muchas horas en una granja y aun así no podía costear los alimentos de los cinco miembros de su familia al terminar el día. Los apagones rotativos se volvieron cada vez más frecuentes.
La madre también perdió la esperanza de que Pedro tuviera la posibilidad de someterse a una cirugía.
“Cuando estaba en Venezuela, me enteré de una misión quirúrgica (no vinculada con Operation Smile) y me inscribí, pero no pasó nada”, comentó. “A la casa llegaron algunos doctores para informarnos de que tendría la posibilidad de que lo operen. Me inscribí, pero tampoco pasó nada”.
“Me cansé de esperar”.
El pequeño Pedro de siete años y su madre, Marbelis. Foto: Rohanna Mertens.
En marzo de 2018, la familia decidió abandonar Venezuela rumbo a Colombia. Nelson, colombiano, sabía que su familia podía tener una vida mejor al otro lado de la frontera, incluyendo la oportunidad para que Pedro sea sometido a una cirugía de hendidura facial.
“Me puse triste, pero teníamos que hacerlo por la situación del país y también por el bien de mi hijo”, señaló Marbelis. “Vinimos en un camioneta que llaman Listineros. Salimos temprano y llegamos por la noche”. Pasaron varios meses antes de que la familia de Pedro se instalara en el campamento “Tres de abril”. Sin embargo, solo unas cuantas semanas después de su llegada, la comunidad de asistencia médica local identificó a Pedro y la necesidad de que recibiera atención médica para su hendidura facial.
Marbelis se enteró de la existencia de Operación Sonrisa Colombia y de la posibilidad de que su hijo fuera sometido a una cirugía de hendidura facial gratuita gracias a la encargada que administrar el comedor del campamento.
Pedro dibuja en su hogar en el campo de refugiados “Tres de abril”. Foto: Rohanna Mertens.
“Me pidió sus documentos y se los entregué de inmediato”, dijo Marbelis. “Me alegré y me llené de entusiasmo. Ella me estuvo apoyando y, a medida que avanzaba, yo también lo hacía”.
Poco después de su llegada, Marbelis comenzó a hacer trabajos de limpieza para un hombre de Uribia. Al enterarse de que Pedro tenía condiciones de hendidura facial, se puso en contacto con Aristides Ortiz, un coordinador de salud pública del departamento de salud de Uribia. Ortiz se contactó luego con Operación Sonrisa Colombia, quienes confirmaron que Pedro era el mismo niño que vivía en el campo “Tres de abril” que habían identificado a través del contacto de la administradora del comedor.
Si bien no alcanzaron la misión médica de Riohacha de 2018 por dos meses, fue programado para asistir a la siguiente misión en agosto de 2019.
Ortiz relató que muchos de los refugiados venezolanos que viven en varios campamentos que han aparecido en los alrededores de Uribia llegan con mala salud.
Señaló que los dos hospitales locales solo tienen capacidad para tratar a los refugiados en situaciones de emergencia por lo que condiciones como labio y/o paladar hendido se quedan sin recibir tratamiento. Los organismos no gubernamentales trabajan con el sistema de salud local para ofrecer tratamientos básicos, pero la necesidad sigue siendo apremiante. Para aquellas personas que viven con condiciones de hendidura facial no tratada en comunidades marginales como la de Pedro, la misión anual de Riohacha constituye su única oportunidad para someterse a una cirugía gratuita.
Marbelis manifestó que aunque Pedro tuvo la suerte de evitar graves problemas de salud que pueden causar las condiciones de hendidura facial, sigue arrastrando la carga emocional de haber sido maltratado por sus antiguos compañeros de clase en Venezuela. También se frustra cuando la gente lo malinterpreta cuando habla.
Marbelis y Pedro esperan por la evaluación médica integral durante la misión de Operación Sonrisa Colombia de agosto 2019 en Riohacha, Colombia. Foto: Rohanna Mertens.
En compañía de Ortiz, Marbelis y Pedro llegaron a la misión de Riohacha con la esperanza de que los médicos voluntarios de Operación Sonrisa Colombia determinaran que estaba lo bastante sano para una cirugía segura.
Después de someterse a una evaluación médica integral, Pedro demostró ser un candidato ideal y fue agregado al cronograma del Dr. Mauricio Herrera, director médico de Operación Sonrisa Colombia y cirujano voluntario de labio y/o paladar hendido. “He esperado que lo operen desde que nació, pero nunca se pudo”, dijo Marbelis. “Por fin ha llegado el momento de su operación y estoy muy feliz”.
La Dra. Carolina Zapata, anestesista, revisa a Pedro. Foto: Rohanna Mertens.
Según Martha Tristancho, directora ejecutiva de Operación Sonrisa Colombia, la organización tiene como deber atender a familias como la de Pedro.
“Cada día encontramos más personas que nos necesitan y a través de nuestros voluntarios y la atención médica que ofrecemos, tenemos la oportunidad de dar sonrisas”, dijo Martha. “Eso me hace creer cada día más que debemos seguir teniendo un compromiso y que debemos aumentar nuestra capacidad para ofrecer atención médica a todos los que acuden a nosotros”. El doctor Mauricio agregó: “Es realmente triste que debido a una situación que no pueden controlar, haya un retraso en su tratamiento. Realmente no es justo; los niños deberían ser operados en el momento adecuado para que puedan tener una infancia normal y no tener que esperar a que la situación del país mejore o que el sistema de salud cambie”.
Pedro y Marbelis en espera por la cirugía. Foto: Rohanna Mertens.
El Dr. Hernando De Vivero Gómez, anestesista, y la coordinadora clínica Silvia Natch cuidan de Pedro en la sala de operaciones poco antes de la operación. Foto: Rohanna Mertens.
Llegado el momento de la cirugía, Pedro sonreía mientras sostenía la mano del Dr. Hernando de Vivero, anestesista, para dirigirse hacia la sala de operaciones.
Mauricio realizó la cirugía que Pedro merecía desde sus primeros meses de vida en alrededor de una hora.
El Dr. Mauricio Herrera, director médico de Operación Sonrisa Colombia“ y cirujano de labio y/o paladar hendido, al centro, opera mientras la Dra. Andrea Tavera, residente de cirugía, la Dra. Raquel Cohen, anestesista, y Geraldine Rodriguez, enfermera de sala de operaciones, asisten durante la cirugía de Pedro. Foto: Rohanna Mertens.
Poco después de que Pedro fuera llevado a la sala de recuperación, la emoción embargó a Marbelis cuando vio por primera vez la nueva sonrisa de su hijo.
“Vine casi corriendo y cuando lo vi comencé a llorar porque se ve tan lindo”. Pero Marbelis sabe que esto es solo el inicio de la travesía de Pedro para recibir atención médica para tratar su hendidura facial.
Antes de ser dado de alta para regresar a casa, Pedro fue programado para ser sometido a una cirugía de paladar hendido en la misión de Riohacha del próximo año. Si bien el futuro sigue siendo precario para su familia, la determinación de Marbelis es absoluta.
“Ahora estamos listos para su cirugía de paladar”, dijo. “Seguiré luchando hasta que le hagan todas sus operaciones”.
Marbelis ve por primera vez la nueva sonrisa de Pedro después de haber sido sometido a una cirugía de labio hendido. Foto: Rohanna Mertens.