La difícil vida de Gabriela a nivel familiar se había complicado todavía más con el nacimiento de Leao, y por partida doble.
Primero el niño llegó con labio y paladar hendidos sin previo aviso de los médicos y a la semana su pareja la abandonó.
Sin poder parar de llorar, viviendo sola en una habitación que mantenía con un trabajo en un restaurante, Gabriela decidió que la historia no acabaría allí.
Antes que nada, consiguió en Iquitos un biberón especial para poder alimentar a Leao y después se acordó de una conocida, de la señora Fortunato. La telefoneó para ver si podía hacer algo por ella.
La señora le explicó que manejaba una casa de comidas desde su hogar y si Gabriela viajaba a Lima podría trabajar con ella a cambio de alojamiento y alimentación. Una vez en la capital, también podría buscar ayuda para su hijo.
No esperó mucho antes de embarcarse con Leao rumbo a Pucallpa. Unos meses después, ya en Lima, hizo contacto con Operación Sonrisa Perú y la esperanza cobró fuerza una vez que le efectuaron la revisión médica integral a su hijo.
Todo salió bien en la operación. Los médicos voluntarios se tomaron su tiempo para explicarle de qué se trataba y también cuáles serían las próximas intervenciones.
Gabriela decidió permanecer en Lima en la casa de la señora Fortunato para poder llevar a su hijo a los controles médicos necesarios. Después, en febrero de 2019, Leao fue operado para repararle el paladar.
Fue en ese tiempo en que el padre del niño, que ahora vive en Cusco, le hizo saber que quería ayudar en algo.
Leao es un niño que ahora no para de jugar, tanto que le hace las cosas difíciles a la señora Fortunato cuanto tiene que cuidarlo.
Y Gabriela, al recordar todo su esfuerzo, dijo a Operation Smile: “Gracias por cambiar mi vida. Antes de su cirugía cada vez que miraba su cara quería llorar. Nunca pensé que vería a mi hijo feliz o que volvería a ser feliz”.