Alex Guerrero y su esposa, Adilia, decidieron tener a su bebé en una clínica privada por primera vez. Esté sería su cuarto hijo, un hermoso varón. Sin embargo, cuando su hijo César nació, algo estaba muy mal. El doctor le dijo a Alex que su hijo había nacido con deformidades, con paladar y labio hendido. El consejo del doctor simplemente fue que evitará que las personas miraran al bebé, porque sería traumático para todos.
“En ese momento sentí que el mundo se me venía encima” dijo Alex. El tenía muchas preguntas sin respuesta, “¿Será un castigo de Dios?; ¿Será la culpa de mi esposa?; ¿Padezco de alguna enfermedad?; ¿Irá a vivir?; ¿Quién me puede ayudar?”
“Es lo más aterrador que he vivido, pues no sabía a quién acudir para buscar ayuda.”
Ni los doctores a la clínica privada o el hospital regional de Olancho, Honduras, -donde Alex vive con su familia- le pudieron dar una dirección clara. Los doctores le dijeron que la condición podría ser curada con una cirugía, pero no tenían información de a donde ir. Tampoco sabían cómo ayudarle a encontrar una manera de alimentar a su hijo.
La situación crítica rápidamente empeoró.
“Baja glucosa porque no se podía alimentar-a un grado de presentar un estado vegetal” dijo Alex, mientras sus ojos se llenaron de lágrimas al recordarlo. “El niño perdió su movilidad, y nadie nos podía informar de cómo teníamos que alimentarlo”
En una búsqueda angustiante de casi ocho meses, Alex y Adilia desesperadamente buscaron a alguien que los pudiera ayudar. Ellos fueron a clínicas privadas y hospitales gubernamentales. Manejaron a ciudades grandes lejos de casa. Una de las clínicas les pidió más de 200,000 lempiras (más de $8,000) por la primera cirugía para reparar el labio y el paladar hendido. Pero simplemente, ese era un dinero que ellos no tenían.
“En ese entonces decidimos vender la casa, vender el carro. Era lo único que teníamos. Era mi patrimonio familiar, y me dolía deshacerme de él. Igual me dolía, dejar morir a mi bebe. Me sentía en un callejón sin salida” dijo Alex.
Alguno de los doctores que Alex conoció durante su angustiosa búsqueda, le menciono Operation Smile. Sin embargo, le dieron que ahí también les podrían cobrar por las cirugías. También, le dijeron que, aunque las cirugías eran gratis, les iban a cobrar por transfusiones de sangre, suplementos médicos y medicinas. En otras palabras, les decían que les iba a costar una fortuna ir ahí.
Pero Alex y su esposa a pesar de toda la negatividad, decidieron que no tenía otra opción más que probar con Operation Smile, pues era su último recurso para salvar la vida de su hijo. Cuando iban hacia la clínica de Operación Sonrisa Honduras, el taxista él dijo que ahí se robaban los órganos de los niños y dejaban que los estudiantes de medicina practicaran en los pacientes.
“Llegamos con mucho miedo. Todo mundo hablaba muy mal de la fundación y teníamos miedo. Pero ellos nos dieron muy mala información, completamente negativa”. Dijo Alex. “Hable con mi esposa y le dije, vamos a tomar esta última oportunidad para salvar a nuestro hijo, Si Dios decide que el muera, tendremos que aceptarlo.”
“Pero tan pronto como llegamos a Operación Sonrisa, encontramos la luz que necesitábamos en ese momento”, tan pronto como entre en las puertas de Operación Sonrisa Honduras en Tegucigalpa, me sentí diferente. El personal nos trató con mucho respeto y amor.
“Nos dimos cuenta de que todas las cosas malas que nos habían dicho acerca de Operation Smile eran cien por ciento mentiras.”
Unas semanas más tarde el hijo de Alex recibió la cirugía y no les costó un solo lempira.
Entonces, Alex se comprometió.
“Yo decidí que mientras Alex Guerrero y su familia respiren no iba a vivir una persona en Olancho, con esta malformación. No quiero que nadie pase por lo que yo tuve que pasar”